Franco Domenak / Pasa a la casa Coya / bóleo sobre tela / 160 x 140 cm.
La muestra reúne la obra de diecisiete artistas peruanos quienes a contrapelo del efervescente y ecléctico panorama mundial artístico, han mantenido tercamente su fidelidad al género pictórico desde hace por lo menos una década. La pluralidad de los discursos, abarca desde la abstracción geométrica hasta el expresionismo, pasando por la apropiación de elementos de la realidad próxima y la presencia de componentes visuales del graffiti trasladados al lienzo. Las identidades múltiples que reflejan las obras son producto de la libertad estilística y las posibilidades creativas que confiere el género pictórico.
Lejos de toda moda y facilismo estético, a través de esta exposición la pintura recupera su autoridad, amparada desde siempre en las más nobles y antiguas tradiciones de todos los siglos y reforzada por las libertades adquiridas en el último siglo a través de sus destrucciones ideológicas y sus guerras: renace y se remonta a dimensiones diferentes, buscando de nuevo el contenido trascendente que termine por dar un sentido a la existencia del hombre. La pintura es el fin de la exposición y la celebración de la antigua técnica como medio vivo de expresión del artista actual.
Participan Alejandro Jaime, Fernando Otero, Luis Castellanos, Franco Domenak, Jairo Robinson, Rember Yahuarcani, Akira Chinen, Giancarlo León Waller, Edison Lizaraso, Alejandro Saavedra, Mako Moya, Iván Fernández-Dávila, Juan Luis San Miguel, José Luis Carranza, José Ignacio Iturburu, Jack Caballero y Eduardo Deza.
LA PINTURA el dialogo y la guerra sobre la tela.
Y es polvo de color diluido en cristalina savia la que fija la huella de la existencia, la vieja técnica que en palabras de Maurice Denis consiste en tan solo esparcir pigmentos sobre un plano se remonta a niveles superiores y abandona su silencio reclamando para sí el rol trascendente del testimonio histórico.
Parecía, a todas luces, que tras la caída de las grandes estructuras del pensamiento (la religión y las ideologías), un genero tan tradicional como la pintura estaba totalmente caduca, su ausencia en las primeras filas del arte, su reclusión en los grandes museos que hacían también las veces de tumba y su práctica casi a hurtadillas por unos pocos artistas la llevó a ser un genero satanizado por los sacerdotes del “nuevo arte” que ignoraban a su vez que en el arte las novedades no existen y que es la eterna condición humana la que viste con diferentes capas desde los orígenes hasta la actualidad.
Hoy en día, frente al efervescente panorama mundial artístico, la pintura vuelve a aparecer en el frente, amparada, como siempre, por las más nobles y antiguas tradiciones de todos los siglos y reforzada por las libertades adquiridas en los últimos cien años a través de sus destrucciones ideológicas y sus guerras. Renace y se deja ver sin pudor alguno, plena y poderosa, sin necesidad de valerse de algún texto explicativo que la justifique, la pintura encierra todo posible significado dentro de si misma, siendo así una tesis visual que debe ser decodificada con la mirada y no con la literatura.
Esta exposición reúne a diecisiete pintores jóvenes que vienen desarrollando su obra desde hace una década en el país, y dentro de sus producciones artísticas, se mantienen fieles a la pintura. La pluralidad de los discursos es evidente y abarca territorios que van desde la abstracción geométrica hasta el expresionismo, pasando por un realismo de corte mas intimista y una pintura mas bien de carácter onírico.
Las identidades múltiples se entrecruzan una vez más en favor de la multiplicidad y el respeto absoluto de la libertad estilística, La Pintura misma es el fin de la exposición: la celebración de la antigua técnica como medio vivo de expresión del artista visual actual.
Una vez más, la superficie inerte habla, y demuestra que como siempre sigue palpitante y como en palabras de Avigdor Arikha termina siendo un “…almacén de sentimientos y hechos, enviados sin querer hacia el futuro. Como la luz de las estrellas muertas”.
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